Aquel día decidió salir a pasear, hacía un día soleado y una temperatura agradable, había pasado una gran temporada recluida entre libros preparándose una oposición para el Estado. Salió a visitar su ciudad, pero esta vez disfrutando de cada rincón como si fuera una turista, contemplando cada fachada, observando a sus gentes, inmersa en el bullicio de las calles céntricas optó por tomar algo en aquella terraza que tantos recuerdos le traía de su época de estudiante de facultad. Se sentó en el rinconcito de siempre, situado al lado de la ventana y pidió un café con leche con una gran palmera de chocolate que la estaba seduciendo desde que entró al bar. De repente escuchó que alguien pronunciaba su nombre “Eva”, miró hacia la puerta, hacía tantos años… apareció aquel prohibido amor, aquello parecía un sueño. Rafa se acercó a ella y se clavaron entre miradas confundidas. Había pasado un Angel, aquello le quitó protagonismo a aquella magnífica palmera de chocolate. Se saludaron entre risas nerviosas y decidieron tomar café juntos. No hacía falta que hablaran demasiado, después de tantos años sus miradas lo decían todo. Pasó mucho tiempo sin que se vieran, pero entre ellos se paró el reloj del tiempo, sin poder evitar mientras charlaban cogerse sus manos como siempre lo hacían, el brillo de los ojos se hacían cómplices en aquel rincón que parecía que lo habían apartado del mundo. Aquello era tan bonito y prohibido que empezaba a rozar al pecado. En aquel momento sonó el teléfono de Rafa, era su mujer, lo estaba esperando. Ella se levantó, lo abrazó y se volvió a escabullir entre el bullicio de aquella gran ciudad, olvidando aquel encuentro para siempre jamás y quedándose con el recuerdo de aquella romántica y seductora palmera de chocolate.
......ay las palmeras de chocolate.....ay lo que pudo ser y no fue....
ResponderEliminarMe pido dos¡ o tres... o una docena si hace falta!
ResponderEliminarAngelines.-