
Al no encontrar a su pareja, el reptil se yergue majestuosamente y se vuelve hacia su domador, meciéndose con lentitud al compás de la música y de los movimientos del tumarit. A veces el encantador permite que la serpiente se le enrosque en el cuello, e incluso le ofrece su mano para que el reptil clave en ella los colmillos.
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"Cuidado con los encantadores y encantadoras de serpientes... si consiguen envolverte con el compás de su música estás perdido".
Angelines G.L.
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