A la mañana siguiente sonó el teléfono llamaban de la oficina de María, se había quedado dormida, en menos que canta un gallo salió corriendo en caza y captura de un taxi. Habían quedado con unos clientes nuevos muy importantes, la primera y la última vez, gritaba el Sr. Zurita, te lo has cargado todo tu solita. La crisis estaba afectando también al sector de servicios y los nervios afloraban por cada rincón de aquella oscura empresa. Para colmo sonó el móvil de María en medio de la reunión, era Julián le colgó, sonó de nuevo y lo apagó. Aquella noche María llegó a casa derrotada, entró y se encontró un gran ramo de flores con una nota que decía “Me encantas”, ella empezó a llorar, aquello no debió ocurrir. A los pocos minutos llegó Julián, tenemos que hablar comentó ella, olvídate de todo lo que pasó anoche, ha sido un error, me he equivocado, perdóname. En medio de aquella estúpida ilusión Julián contestó: No hay nada que perdonar María y no te tienes que marchar, a mi no te molestas en absoluto, si tu lo tienes tan claro, respetaré tu decisión. Haremos borrón y cuenta nueva, aquí no ha pasado nada, dijo con voz serena. María acababa de salir de una relación tormentosa, no estaba preparada y tenía proyectos interesantes para su futuro profesional, no estaba dispuesta bajo ningún concepto que se truncaran. Tal vez se estaba equivocando o quizás sólo veía con claridad un camino alineado que había dibujado en medio de un mapa mojado de rutas de su vida. Esta vez no se dejaría influenciar por el idioma de su corazón. Se encerró en su cuarto, encendió aquellas velitas de aromaterapia que le ayudaban a relajarse y empezó a retroceder en el tiempo. Le había jugado tan malas pasadas guiarse por el idioma de los sentimientos… ahora tenía que retomar su vida con serenidad. Estaba todo pensado y decidido, no había vuelta atrás.
(continuará...)
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