Aquella noche empezó a tener una pincelada diferente, había miraditas muy tiernas entre ellos, algo distinto envolvía aquel momento. Empezaron a juguetear, se hacían cosquillas, se tiraban del sofá, el le tiraba del pelo y ella gritaba como una loca, ella tiraba cojines hasta que no podían mas de la risa. En una de ellas el miró a sus ojos, su boca, se acercó lentamente a sus labios y empezaron a besarse como dos amantes escondidos. María se dejó llevar por la magia que se instaló entre ellos. Había tanto amor … que cuando quisieron darse cuenta, sin saber muy bien como y por que, empezaron a hacer el amor. Tal vez nunca hubo atracción sexual entre ellos, pero en aquel instante había una pasión incontrolable. Pasaron toda la noche pegados, abrazados, mordisqueándose uno al otro. El no podía imaginar lo que estaba sintiendo con María después de tanto coqueteo con lo prohibido. Era todo tan distinto, tan auténtico, tan de verdad… que se negaba a despertar de todo aquello que empezaba a parecer un sueño. Estaba acostumbrado a sentir que los sueños suelen caerse a mitad. Tenía tanto miedo que no era capaz de articular media palabra, pero la miró a sus ojos y le dijo: María hacía tanto tiempo que no me sentía tan bien, a ella le brillaban los ojos, le brillaban tanto que no pudo evitar abrazarlo y así se quedaron dormidos hasta el amanecer en compañía de una melodía que sonaba. Fué tan difícil mantener la distancia adecuada...
(continuará…)
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