María llegó a la ciudad una calurosa tarde de verano, con la única compañía de un gran maletón repleto de equipaje. Muy cansada y ya en la estación, buscaba y no encontraba a su amigo Julián. Esperó una hora, dos, tres hasta que todo se empezó a convertir en una eternidad, el móvil de Julián aparecía como apagado o fuera de cobertura. Todo aquello comenzó a ser muy extraño. Cuando se dio cuenta empezó a acompañarle la noche, con cara desencajada y sin parar de fumar no dejaba de caminar de un sitio a otro con aquellos incómodos zapatos de tacón.
A la mañana siguiente, a las ocho de la mañana empezaba a trabajar en una empresa de servicios como comercial, por lo que decidió que debía buscar algún sitio para pasar la noche, optó por una pensión céntrica, no estaba el horno para bollos y no conocía a nadie en aquella ciudad para poder acudir, nunca se sintió tan sola.
Decidió tranquilizarse, total, sabía que Julián llevaba una vida demasiado acelerada, igual estaba con alguna de sus historias y se había olvidado, o quizás se había equivocado del día que debía recogerla, todo era una incógnita.
A las once y media de la noche, entró en un Hostal, una casa antigua muy vieja, olía a humedad por todas partes, el precio 30 euros la noche. Optó por quedarse, ya no podía soportar aquellos tacones de pitiminí , tenía que descansar.
(continuará...)
A la mañana siguiente, a las ocho de la mañana empezaba a trabajar en una empresa de servicios como comercial, por lo que decidió que debía buscar algún sitio para pasar la noche, optó por una pensión céntrica, no estaba el horno para bollos y no conocía a nadie en aquella ciudad para poder acudir, nunca se sintió tan sola.
Decidió tranquilizarse, total, sabía que Julián llevaba una vida demasiado acelerada, igual estaba con alguna de sus historias y se había olvidado, o quizás se había equivocado del día que debía recogerla, todo era una incógnita.
A las once y media de la noche, entró en un Hostal, una casa antigua muy vieja, olía a humedad por todas partes, el precio 30 euros la noche. Optó por quedarse, ya no podía soportar aquellos tacones de pitiminí , tenía que descansar.
(continuará...)
Viva ese don de la palabra que te han dado!!! Nadie me ha situado en una historia como tú. Estoy deseando leer la II Parte de la historia de María.
ResponderEliminarP.D.: Voy a seguir trabajando porque... "no está el horno para bollos".
Besos. Alicia